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Jueves, 07 Agosto 2014 15:54

De rayas y sistemas

De Rayas y Sistemas

por Elizabeth Romero

     Pinto mi Raya es un dicho popular para establecer un límite. De aquí para allá estás tú y de aquí para acá estoy yo, es una marca territorial, un lindero. Normalmente la usamos para demarcar hasta dónde llegamos, pero también hasta dónde puede llegar el otro, qué estamos dispuestos a hacer y qué no. Si uno vive en un país con un sistema tan complejo, en una ciudad que se ha extralimitado en todo y en un ámbito como el del arte --esa inabarcable feria de vanidades-- debería ser requisito indispensable saber con quién va uno a jugar a las canicas y con quién no.

Que Mónica Mayer y Víctor Lerma nombren a un proyecto de arte --y por consiguiente de vida-- Pinto mi Raya significa que tienen como premisa el respeto. Se respetan a sí mismos como creadores y respetan al otro. Y bueno, en una sociedad abatida por una crisis de valores, un planteamiento ético como este no sólo se agradece, sino que se aplaude. Conociendo cómo ha funcionado el sistema del arte en México, formando parte de él desde hace 25 años, han decidido permanecer aquí con una voluntad --no exenta de amarguras-- a prueba de todo: crisis, devaluaciones, tentaciones, frustraciones, veleidades, retóricas y estéticas en boga, dictados y caprichos de la moda, aparición y desaparición de instituciones y proyectos independientes, etc. y han conceptualizado parte de su obra como piezas que incidan en el sistema utilizando las mismas herramientas del sistema. Organizan exposiciones que invierten papeles: los críticos a la pared, los artistas a la hoja en blanco, hacen una limpia a un centro de documentación, convocan a los entrevistadores a ser entrevistados. Me imagino este trabajo como una endoscopía, esta posibilidad de ver el interior de un cuerpo insertándose por una vía natural --orificios y ductos-- ya la boca, ya las venas para mirar y entender y explicar cómo es, qué tiene dentro, cómo funciona. Otras de sus obras son la revista virtual La pala (ese utensilio para escarbar y remover, elemental para construir) y la revista Raya. Crítica, crónica y debate en las Artes Visuales, cuyo décimo aniversario festejamos hoy.

Tesón es una palabra que asocio a esta pareja. Yo no sé cuántos de nosotros hemos tenido una disciplina que se prolongue por más de tres mil seiscientos días que son los que Mónica y Víctor han estado trabajando, tijera y pegamento en la mano, frente a por lo menos 12 periódicos. La tarea cotidiana es leer, señalar, recortar, pegar, documentar, compaginar, fotocopiar. Cada 15 días terminan un tomo, encuadernan, etiquetan sobres, hacen el envío. En diez años no sólo han presenciado el nacimiento, declive y desaparición de algunos diarios, sus cambios de diseño, el espacio que otorgan o no a las artes visuales, sino qué sucede entre artistas, críticos, galerías, instituciones, funcionarios, tendencias, estéticas, géneros, políticas, estrategias, que de todo ello está hecho este sistema. Si atendemos a las cifras --dos metros de papel impreso por ambos lados, 10 000 artículos, 45 000 notas-- estamos frente a un invaluable archivo del arte contemporáneo en México, un archivo con el que quizá no cuente ninguna institución cultural, pero más allá de números estamos frente a un indicador del estado actual del arte, tanto por lo que la crónica diaria registra, como por lo que también omite, estamos frente a una herramienta que posibilite investigaciones, descubrimientos, evaluaciones, estamos frente a una memoria. Una memoria aún más valiosa porque está razonada, clasificada y obedece a una intención: conocer para saber. Otra vez un sentido ético.

Si hemos sobrevivido a una dictadura perfecta, la historia tendrá que enfocarse no sólo en las versiones oficiales, sino en documentos y testimonios que no fueron vistos ni oídos en su momento. La memoria de este país está intacta, pero hay que organizarla y sacarla a luz. Al intentar la recolección diaria en un universo como la prensa escrita (y recolección implica un punto de vista, una postura para elegir) Mónica y Víctor saben que se sumergen en la parte visible del sistema, pero esta inmersión también les ha enseñado a leer entre líneas, a trazar coordenadas, a verificar esclerosis u otras enfermedades, a diagnosticar. Si información es poder, en Raya se atesora una versión poderosísima que rebasa la acumulación de datos para testimoniar, desde el punto de vista de dos artistas, cómo se percibe un sistema político y social y cultural.

Oigo a Mónica decirle a un joven autor "Si no hay espacios, ábrelos; si nadie habla de ti, escribe tú; si los periódicos no te pelan; manda faxes y lleva tú mismo la información, si te sientes sólo, agrúpate y si tienes ganas de llorar, te doy mi teléfono para que me llames y te apapache." No, entender cómo está la movida no es fácil, el artista se culpa (por no ser original, por no ser talentoso, por no tener relaciones, porque el mundo está mal hecho y nadie me entiende), pero si tiene información suficiente se daría cuenta de que efectivamente hay grupos con estructuras celulares en el que cada una cumple una función, conformadas por 3 galerías, 5 funcionarios, 2 críticos, 2 coleccionistas, 10 curadores (sí hombre, diez curadores y a veces más) y 5 artistas que gozan de los espacios y los recursos y que extienden su poder mediante una red que implica que unos hablen bien de los otros, se aplaudan, se protejan, se defiendan. Juegan en equipo. Eso es cierto, pero sabiendo que así es, se pueden crear otro tipo de grupos, con redes propias. Mientras que para algunos el arte es un proyecto de un sexenio, para el artista es un proyecto de vida.

Este de Raya ya cumplió una década y va por más, el siguiente paso es la digitalización. Esto facilitará la consulta y el almacenamiento de información. De todas maneras la tarea de revisar los periódicos, ese placer matutino, seguirá ocupando a esta pareja que con respeto y entrega colecciona memorias.

En México-Tenochtitlan, mayo de 2001

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