Lunes, 22 Marzo 2021 12:14

EL TENDEDERO DE AICHI I: LA LLEGADA

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Foto oficial de la Trienal

El Tendedero de Aichi también podría llamarse el Tendedero Mutante. Esta activación de mi pieza original de 1978 respondió a su contexto, transformándose a lo largo de su presentación y reverberando posteriormente, por lo pronto, por más de un año.

Si bien en El Tendedero del MUAC  creció muchísimo, lo cual llevó a ampliar su estructura original, El Tendedero de Aichi cambió de contenido. Les voy contando la larga, muy larga historia, salpicada por experiencias de censura y pandemias, pero también por la inesperada creación de una red de afectos y complicidades.

El 7 de agosto de 2018 recibí un correo electrónico de Pedro Reyes informándome que era uno de los curadores de la Trienal de Aichi que se llevaría a cabo en Nagoya, Japón en verano de 2019 y que les interesaba la posibilidad de hacer una nueva versión de El Tendedero ya que el tema del acoso en este país es “recurrente y a la vez silenciado”. En esta ocasión la trienal fue dirigida por el periodista TSUDA Daisuke y llevó el sugerente título Taming Y/Our Passion. Le comenté que no sabía si la pieza funcionaría en el contexto de una bienal ya que requería de trabajo con la comunidad, pero que le agradecía la invitación y que platicáramos para ver si era posible hacerlo.  

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La invitación me dio entre mieditis y emoción, en ambos casos por lo mismo: es un contexto completamente diferente al mío, en el que la privacidad es factor fundamental. En México, cuando me paro en cualquier esquina con El Tendedero, la gente se acerca, pregunta y casi siempre participa. Somos metiches y comunicativos. En Japón ni siquiera estaba segura si la gente respondería a las preguntas de El Tendedero dentro del museo y el espacio público está muy controlado.

Al empezar a rebotar ideas con el equipo curatorial de la Trienal, que conoce bien a sus públicos, sugirieron poner una caja para quien no quisiera colgar su respuesta directamente en la instalación y diseñar un Tendedero un poco más laberíntico para crear espacios íntimos que resguardaran la privacidad de quienes escribían.

También me preocupaba dar el taller ya que, por cuestiones de idioma, la traducción simultánea resulta muy cansado: todo es más lento y se pierde el ritmo. Pero me ganó la curiosidad y acepté presentar mi obra en la trienal.

Me fui a Japón a finales de julio de 2019 para dar conocer el espacio, impartir un taller de una semana y participar en una velada que incluyó presentar una ponencia y participar en un panel con artistas y académicas. Para mí, este tipo de actividades son fundamentales para que El Tendedero reverbere. De hecho, a estas alturas considero que el éxito de la pieza no es cuántas personas responden a las preguntas, sino la capacidad que tiene para replicarse posteriormente, y esto, en mi experiencia, tiene que ver con los cimientos que logramos construir antes de que se monte la instalación del objeto tendedero.

Como mencioné al principio de mi conferencia en Nagoya, para mí, la cultura japonesa es muy significativa porque cuando era niña mi mamá se enamoró de todo lo japonés y decidió estudiar el idioma. Empezó a tomar clases en el club Japones, con Hirasawa Sensei y, mientras ella estudiaba, yo tomaba clases de baile japonés.

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En esta foto de 1961 aparezco del lado derecho en una presentación de la escuela en el Club Japonés.

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Mi primera presentación en un escenario profesional fue 8 y 9 de marzo 1962 en el Palacio de Bellas Artes, en una breve participación que tuvimos las alumnas de danza clásica japonesa Nipón Buyo. Japón siempre ha estado en mi corazón.

Llegué a Nagoya el viernes 21 de junio y el sábado fui al Museo de Arte de la Ciudad de Nagoya, el espacio en donde se presentaría El Tendedero. Me llevaron Shihoko Lida, curadora en jefe de la Trienal cuyo trabajo a lo largo de la compleja experiencia de todas las vicisitudes del evento siempre fue impecable en lo artístico, en lo humano y en lo ético, así como con Akane Miki, asistente de curaduría quien amablemente se encargó de mi proyecto y de apoyarme en todo lo que necesitaba.

Ahí, entre otras personas, nos reunimos con Joe Takeba, curador del museo quien me comentó que México les donó una copia de la carpeta del proyecto Estampas de Independencia y Revolución de 2010, en la cual se incluye mi serigrafía YO NO CELEBRO NI CONMEMORI GUERRAS, por lo que me recibió como si fuera de casa. Además tiene un gran interés en el arte mexicano ya que su colección incluye obras de Frida Kahlo, María Izquierdo y Diego Rivera y afuera, en los jardines, hay una escultura de Sebastián, quien organizó el Salón 77-78 Nuevas Tendencias, en donde se presentó por primera vez El Tendedero.

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Me mostraron el espacio y los planos de la construcción para El Tendedero, que fue muy interesante ya que lo hicieron un poco como laberinto, como biombos, para que hubiera espacios recovecos privados en los que la gente se sintiera cómoda compartiendo sus historias personales.

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Esos días también sirvieron para que Akane Miki y yo nos fuéramos a buscar los materiales para la producción de El Tendedero y de pasadita me fue orientando en la ciudad.

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Generalmente cuando facilito un taller para hacer un Tendedero empiezo por una conferencia abierta para el público en general con el objetivo de que quienes no están muy seguro/as/es de participar vean si les interesa. Es una parte integral del proceso. Posteriormente doy el taller y quienes participan en éste definen las preguntas de el nuevo Tendedero y los lugares a donde se irá a reunir respuestas. Si la pieza se organiza en un museo, sus propios servicios educativos se encargan de convocar a quienes participan en la conferencia y el taller. En caso de universidades y de grupos independientes de artistas, ellas mismas tienen las redes para hacerlo. En el caso de una Trienal, que se organiza sólo para una ocasión, lo que se planteó fue trabajar en colaboración con la Universidad de Nagoya, máxime que tiene un departamento de estudios de género.

La velada, el 24 de junio en la Universidad de Nagoya resultó maravillosa. El público era nutrido, incluyendo queridos amigos como Seiji Shimoda, artista de performance a quien le debemos el festival internacional de performance Nipaf, en el que Víctor Lerma y yo participamos en 2002.

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Ahí conocí a Yoshiko Shimada, artista feminista japonesa de mi generación cuya obra me pareció contundente. Entre otras cosas, ella realiza un performance que se llama Becoming a statue of a Japanese comfort woman (2012), en la que se sienta en una silla junto a otra vacía, aludiendo a la escultura Statue of a Girl of Peace de los artistas Kim Seo-kyung y Kim Eun-sung sobre las mujeres que padecieron esclavitud sexual por del Gobierno Imperial Japonés durante la II Guerra Mundial y que fue central en todos los problemas que se desataron posteriormente en la trienal.

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Foto Momo Ikemoto

En el panel participamos la Doctora Chikako Nagayama (especialista en género) la artista Yoshiko Shimada, la Doctora Ma Ran (especialista en cine) y Daisuke Tsuda, el director artístico de la Trienal. Una de las cosas que se mencionó es que en esta trienal había paridad de género, lo cuál yo no había notado, pero me pareció un gran logro.

Mónica Mayer    Marzo 2021    Excepto en donde está especificado, las fotos son de Mónica Mayer y los documentos del Archivo Pinto mi Raya

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